
El imperio romano extiende su dominio horizontalmente mediante una malla infinita de puentes y acueductos que hacen posible llegar fácilmente a cualquier punto de su territorio. Al mismo tiempo, se mantiene una fuerte estratificación social vertical: arriba del todo, los dioses en sus pedestales, más abajo los patricios y guerreros montados en sus caballos otean con inquietud a la creciente masa de plebeyos que caminan justo debajo y a la enorme multitud de esclavos que, entre nieblas nauseabundas, se pierden entre los niveles inferiores.
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