domingo, 17 de julio de 2011

Diamond


En 1692, Isaac Newton padeció una gran depresión nerviosa que lo mantuvo apartado dos años de la escena científica europea. Es muy probable que la muerte de su madre jugara un papel importante en la génesis de su enfermedad aunque tampoco se puede obviar que justo por esa época aconteció en su despacho un incendio que destruyó gran cantidad de manuscritos y notas, fruto de más de 20 años de trabajo (básicamente sobre óptica, aunque años más tarde reconstruiría y publicaría parte de ellos). Parece ser que el científico había dejado una vela encendida encima de la mesa de trabajo mientras asistía a sus devociones en la Iglesia y mientras, Diamond, su perro, habría tirado la vela y causado el desastre. Algunos cronistas cuentan que, a pesar de todo, Newton se limitó a decir: “¡Ah, Diamond, Diamond, nunca sabrás el daño que me has hecho”.

Newton a menudo se jactaba de la inteligencia de su adorado perro y bromeaba acerca de lo mucho que el can sabía de ecuaciones y teoremas. Pero puede que su perro sí le hablara aunque no en el lenguaje de las abstracciones sino en el lenguaje emotivo que compartimos todos los mamíferos. El genio,el científico excéntrico e irritable que dejaba de comer y de dormir cuando un problema matemático le absorbía, el alquimista buscador del diamante prístino…debería haber interpretado el mensaje de “Diamond”: “Ah, Isaac, Isaac, déjate de tanta fórmula y ven conmigo a pasear por el campo".

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